Somero análisis del descuartizador de Valdemoro
El descuartizador de Valdemoro
Durante años, fantaseó con la idea de imitar a los asesinos en serie más conocidos y crueles
Redacción/ Valdemoro Digital/ Agencias
El mal está presente en nuestra sociedad y adopta mil formas. Puede estar escondido detrás de una sonrisa, envuelto en amabilidad o en la profundidad de una mirada intensa… Leonardo, de 26 años, conocido bajo los apodos del ‘butcher’ (carnicero), el tatuador o el descuartizador de Valdemoro, se movía entre la maldad y la apariencia de normalidad.
Hace años estuvo casado y cuando los investigadores de la Guardia Civil interrogaron a su exmujer ella les dijo: “A mí siempre me trató bien, sin violencia ni tendencias raras en el sexo, con mucho respeto”. Sin embargo, al insistirle acabó reconociendo: “Sí, me comentó que sentía curiosidad por el sadomasoquismo. También le gustaban las armas blancas e incluso tenía muchas colgadas de las paredes en casa”.
La siguiente pareja describe una realidad distinta. Mantuvieron una relación de tres años, entre 2013 y 2015: “Cuando le conocí era una persona normal, pero con el paso del tiempo empezó a ser celoso y agresivo.
Si discutíamos me pegaba”. El mal, como un virus, iba colonizando a Leonardo. “Una vez me observó hablando con otro chico. Se le dispararon los celos. Intentó agarrarme por el cuello y hacerme desmayar, lo que se conoce por “mataleón”. Me resistí, me tiró a la cama y se abalanzó sobre mí con un puñal en las manos.
Verdaderamente temí por mi vida. Logré quitárselo y huí despavorida de la casa. Desde entonces empecé a marcar distancias, pero él no asumía que le hubiese dejado. Se obsesionó conmigo y empezó a venir a mi casa. Tenía manía persecutoria y además mostraba mucha violencia en su comportamiento”.
Ese fue el punto final a la relación. La joven por fin identificó al mal y huyó lejos de él. Sin embargo, durante la relación, hubo muchos otros episodios, que incomprensiblemente ella no supo identificar. Una vez le confesó: “Me gustaría matar a alguien”. La cosa no quedó ahí: “Si te murieses, antes de que se echara a perder tu carne, te comería”.
Quizá la novia de Leonardo pensó que la afirmación era una muestra de la profundidad de su amor, porque no salió corriendo inmediatamente. “A mi exnovio le gustaban mucho la sangre y las armas. Jugaba con ellas. En una ocasión me amenazó con un machete y otra vez me apuntó con una escopeta. Además, le gustaba autolesionarse”.
Su siguiente pareja fue la que le delató, a la que pidió ayuda para limpiar después de matar a su víctima, una joven que acudió esa noche a su casa para comprar unas pastillas y a la que en el pasado había hecho un tatuaje. “Desde hacía algún tiempo, Leonardo me había dicho en varias ocasiones que tenía la intención de matar a alguien”.
Lo hizo. Ella, según cuenta, cuando le confesó que había apuñalado a una chica en su casa –“No he sentido nada al quitarle la vida”–, no le creyó. Y si le acompañó a su domicilio fue porque estaba bloqueada y aterrorizada. En cuanto pudo escapó de la casa. Leonardo se puso nervioso y le escribió: “¿Me has vendido? No lo hagas, déjame solo, yo me apaño, pero no me vendas. He confiado en ti.
Me apaño solo, pero no me hagas esto”. Esto era hacer lo correcto. Acudir al cuartel de la Guardia Civil y decir: “Mi exnovio ha asesinado a una persona”.
Lo que se encontraron los agentes fue la casa de los horrores. Todo lo que se pueda imaginar se queda corto. Las conclusiones de los investigadores que cierran ya las pesquisas concluyen que tras el asesinato cometido el 16 de octubre de 2019 en Valdemoro: “Leonardo descuartizó, (…) y mutiló el cadáver de la víctima (…) Las acciones realizadas guardan bastante parecido con los asesinos en serie Ted Bundy, BTK Killer y Andrei Chikatilo, alias el carnicero de Rostov (…)”. El informe concluye que no se puede “descartar un posible acto de antropofagia”.
A falta de lo que puedan determinar los psicólogos, una de sus novias confesó a la policía: “Él me decía que no estaba loco, que no era esquizofrénico, solo que era un sociópata y misógino”. El mal por el mal.