La resiliencia ante la muerte de un hijo

La resiliencia ante la muerte de un hijo. La muerte de un hijo es lo más “anti-natura” que existe; por lógica son los padres, abuelos, tíos u otros adultos, los que deben morir primero; pero ésta muerte, es una desgracia que afecta a toda la familia y su entorno, especialmente a aquellos padres que la sufren. Superar esta pérdida puede ser sumamente difícil y, además, suele afectar a la pareja, provocando la mayoría de las veces, la ruptura del matrimonio tras la tragedia.

Diariamente son muchos los casos de parejas que pierden un hijo, sin ir más lejos recordemos el mediático caso en nuestro país del pequeño Gabriel, algo que nos puso en alerta y nos hizo reaccionar ante una realidad que puede tocar a cualquiera.

Este inmenso dolor, es indescriptible, pero no por eso hay que negarse a hablarlo y desmenuzar las diferentes formas que tenemos de enfrentarlo y cómo con la ayuda de un terapeuta la situación será más fácil de superar.

En los grupos de terapia de duelo, es habitual que las personas que han perdido a un hijo defiendan que lo suyo duele más, que es peor que lo que padecen los otros dolientes, o que ni siquiera existe una palabra para definir el estado que adquiere la persona que ha perdido un hijo frente a los que pierden a alguno de sus padres o a su cónyuge (viudos). Esto es normal que suceda, sin duda alguna, ésta muerte, la del hijo, está comprobado científicamente, que solo se aprende a llevar pero nunca a superar.

Cuando el duelo nos impide empatizar con los demás

Resiliencia en Valdemoro
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Durante nuestra trayectoria profesional en Centro Médico Integral Beatriz Ayllón en Valdemoro, el equipo de terapeutas hemos comprobado que a cada uno le duele lo suyo: cuando comienza la terapia de grupo, sus integrantes están centrados en su propio dolor y, aunque suene impactante, el de los demás no les importa. Esto no es por maldad, sino porque aún no existen vínculos que faciliten la empatía entre los participantes y, por otro lado, el dolor de cada uno de ellos aún es demasiado intenso y ocupa demasiado espacio emocional como para atender el de otra persona.

Así visto, parece bastante lógico que cada uno de los miembros del grupo crea y defienda que lo suyo es lo peor. Normalmente acaban llegando a la conclusión de que cada uno tiene su dolor y que éste no es mayor ni peor que el de otro doliente, sólo distinto. Aún así, la muerte de un hijo, socialmente, parece ser la más paradigmática, la más relevante, la innombrable… y justamente, por esas razones, es que creemos, firmemente que SI debemos hablar de la muerte, sea de la persona que sea. ¿Objetivo?…Saber que es un proceso “natural” que si o si nos va a ocurrir a todos. Es lo único que tenemos seguro desde el instante que nacemos.

 

Cómo afecta el duelo a la familia

Casi todos los duelos implican un exhaustivo proceso de introspección, de revisión de valores, de cambios, y como todo proceso de cambio, el duelo puede acarrear otras pérdidas: pueden estar relacionadas con la forma de vida que teníamos antes; con el ocio; con nuestro matrimonio; con nuestra relación con la familia; podemos perder también nuestro guión vital y tener que reconstruirlo, etc. Los estudios hablan, también, de efectos físicos sobre la salud, especialmente durante los dos primeros años.

A lo largo de este proceso de revisión y de transformación, necesario para adaptarse a una realidad que ha cambiado, puede suceder que la estructura familiar se resienta. En todos los procesos de duelo, cada miembro de la familia introduce modificaciones para reconstruir su papel dentro del grupo, en relación a la muerte del ser querido.

El duelo y la ruptura de la pareja

En el caso de los padres, los conflictos previos pueden agudizarse en el marco del duelo. El duelo es distinto para cada uno y la forma de afrontarlo, de atravesarlo; puede generar una cierta distancia entre los miembros de una pareja. Por otro lado, la revisión que se produce de la propia vida puede llevar a que ambos sientan que deben separarse: que, al revisar las necesidades de cada uno, decidan que el proyecto que tenían común ya no existe.

También puede ocurrir que uno de los dos crezca mucho durante su proceso de duelo y el otro no, llegando a sentirse muy alejados el uno del otro. Aquí, en el caso de que la muerte de un hijo conlleve también la pérdida de la pareja, ésta última sería una pérdida añadida, un dolor que se añade al que ya existe e implicaría abrir un nuevo proceso de duelo.

Resiliencia en Valdemoro
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El duelo como gatillante de un estrés profundo

Existen algunas estadísticas al respecto, que hablan que cualquier gatillante de estrés puede influir en el modo en el que gestionamos una relación, parece lógico pensar que un estresor tan intenso como la muerte de un hijo, también lo hará, de un modo u otro. Ese hecho, como cualquier otro cambio que se introduzca en nuestras vidas tras la muerte de un ser querido, exigirá de nosotros una energía emocional y física extrema y, cuando pueda abordarse, implicará una mejoría en relación al duelo por la muerte del hijo.

 EL PROCESO DEL DUELO

El proceso por el que pasan las personas tras la desgracia de perder a un hijo es bastante variable. Los dos miembros de la pareja pueden experimentar diferentes emociones y afrontarlas cada uno a su manera. Por eso, es posible que después de la tragedia el matrimonio se vea fuertemente afectado por la falta de entendimiento entre ambas personas, es en esta etapa del proceso cuando cada uno por separado o los dos en conjunto deberían someterse a una terapia, ya sea grupal o personal con un Psicólogo que los ayude a asumir los hechos y a que aprendan a vivir con la pérdida.

Resiliencia en Valdemoro
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Las emociones más comunes que experimentan ambos miembros del matrimonio son:

1.- Enfado o ira: sentir rabia hacia la situación o persona que ha causado la muerte de un hijo es lo más normal y forma parte del proceso de duelo. En ocasiones, no sabemos cómo canalizar esa ira y actuamos de manera impulsiva llegando a hacer daño a las personas que nos rodean.

2.- Desesperación y tristeza: los padres pueden sentirse desesperados a medida que pasa el tiempo porque chocan con la dura realidad de que su hijo o hija no volverá a sus vidas jamás. Sumergirse en una profunda tristeza tras la muerte es la manera que tienen de afrontar la tragedia. Sin embargo, hay que tener especial cuidado con esta tristeza porque puede derivar en una depresión que no sólo afecte a la parte emocional, sino que afecte a todos los ámbitos de las personas, incluida la relación de pareja.

3.- Culpabilidad: es inevitable que un padre o una madre se sienta culpable por la muerte de un hijo/a. Este acontecimiento tan doloroso se considera antinatural e inconscientemente nos hacemos responsables de la muerte de una persona que vino al mundo para que la cuidásemos. Este sentimiento desaparecerá cuando las personas atraviesen por las fases del duelo. Trabajar esta emoción es fundamental para ser capaz de superar la pérdida en un futuro.

¿QUÉ HACER PARA AFRONTAR ESTA DESGRACIA?

En primer lugar, se debe permitir sentir todas las emociones anteriormente mencionadas. La función que tienen estas emociones es una manera que tiene el cuerpo y cerebro para afrontar determinadas situaciones que nos producen muchísimo dolor.

Es imposible no pensar que esta tragedia no se va a superar jamás. Recordar que no se trata de superar sino de aprender a vivir con ella y tratar de que la vida no se eche a perder.

Resiliencia en Valdemoro
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En segundo lugar, no permitir hundirse en la soledad. Si se cuenta con una pareja en la que se pueda apoyar es imprescindible compartir con ella todos esos sentimientos y pensamientos que están doliendo tanto. De esta manera, la comunicación será mucho más efectiva y se podrá encontrar una fuente de alivio en alguien que está pasando por lo mismo que nosotros.

En tercer lugar, hay que renacer y revivir. No se trata de olvidar al hijo o hija, sino de buscar la manera para que este hecho no suponga la propia muerte en vida. Los seres humanos tenemos una capacidad llamada resiliencia para poder adaptar nuestra vida a aquellos hechos o situaciones traumáticas. Siempre hay una manera para salir de la tragedia con la que tenemos que vivir. La clave es la actitud con la que decidas afrontar los hechos adversos y, a veces, solo contamos con dos opciones: sumergirte en una profunda depresión o luchar por volver a vivir tras la tragedia.

  ¿QUÉ PODEMOS HACER PARA PREVENIR LA RUPTURA?

Si tras la muerte de un hijo o hija la pareja rompe, ambos miembros no sólo van a sufrir una pérdida, sino dos. Por ello, es importante conocer cuáles son las pautas que podemos seguir para que esto no suceda.

Ponerse en manos de un especialista es la mejor decisión que se puede tomar. Tras la desgracia, nos sentimos tan vulnerables que somos incapaces de dirigir nuestros sentimientos y nuestra vida. Compartir nuestras emociones con una persona ajena a nuestro entorno hace que su objetividad nos sea más útil. Así que, aconsejamos que no se desestime la posibilidad de ir a terapia.

No podemos olvidarnos de nosotros mismos, pero tampoco de nuestra pareja. Debemos entender que ambos afrontan la misma situación y sufrimiento pero su manera de manifestarlo es diferente. La respuesta de nuestra pareja ante una pérdida puede ser tan distinta que hasta ese hecho nos haga daño.

Es posible que nuestra pareja sufra un período de depresión y creamos que no está haciendo nada por superar la muerte o por ayudarnos. Tenemos que ponernos en la piel de la otra persona. Empatizar en estos momentos es una de las mejores ayudas que podemos dar.

Tenemos que compartir el dolor. Hablar con nuestra pareja de lo que ha sucedido, por muy doloroso que parezca, es una manera de abrir nuestro interior y mostrar lo que sentimos para que la otra persona lo comprenda. Fomentar la comunicación en estos casos es fundamental para no perder la esencia que une a la pareja.

Resiliencia en Valdemoro
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Hacer partícipe a la otra persona del proceso de superación. Si contamos con la ayuda de nuestra pareja puede que el proceso de duelo sea mucho más fácil de llevar que si decidimos hacerlo por nuestra cuenta. Tenemos que ser capaces de superar las tensiones que se generan tras la muerte e, incluso, compartirlas con otras personas que estén atravesando por la misma situación que nosotros.

A veces, no somos capaces de encontrar herramientas para gestionar las situaciones que se nos presentan. Por eso, pedir ayuda no es un signo de debilidad, sino de valentía porque compartir lo que sentimos con otras personas es un proceso doloroso que mucha gente no es capaz de hacer. Pide ayuda si te encuentras en esta triste situación, Centro Médico Integral Beatríz Ayllón, en Valdemoro, cuenta entre nuestras terapeutas, profesionales cualificados para apoyarte a ti, a tu pareja, familia, etc., enseñarte a sobrellevar esta dolorosa situación y escucharte con cariño y la empatía que necesitas en este caso.

La familia también forma una pieza clave en nuestras vidas, incluso en la vida de pareja. La unión que se puede crear tras la muerte de un hijo puede ser una de las mejores medicinas. Nos ayudarán a seguir viviendo momentos juntos, a despejar nuestra mente del dolor, a fomentar nuestra relación y, en definitiva, a poder vivir con la desgracia de haber perdido un hijo de una manera sana.

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