‘Vivir sin idioma’: resistir sin palabras

‘Vivir sin idioma’: el reto de resistir sin palabras, bajo análisis en Ciempozuelos

La Biblioteca Municipal Almudena Grandes del municipio madrileño acoge el 18 de abril la presentación de este libro, una reflexión sobre el desafío de cambiar de lengua para las personas migrantes

Redacción/ Sur Media Madrid

“En español no puedo ser yo. Soy yo, pero peor”. “Ni siquiera pronuncian bien mi nombre. Me frustra”.  Cambiar de idioma es una más de las trabas que enfrentan a diario muchas de las personas que migran. Esta realidad se agrava en situaciones de vulnerabilidad como las que presentan aquellas que llegan con un escaso o nulo bagaje educativo y que huyen de percances personales o tragedias íntimas y colectivas. En Vivir sin idioma, publicado por Ediciones Passer, Rafael González Tejel aborda sus historias individuales y reflexiona a partir de sus vivencias como profesor sobre conceptos como lengua, desplazamiento, racismo, política educativa, docencia y otredad. La Biblioteca Municipal Almudena Grandes de Ciempozuelos acogerá el próximo martes 18 de abril la presentación de este ensayo. El acto comenzará a las 19.00 horas, con entrada libre.

A lo largo de las 143 páginas, el profesor madrileño, vinculado laboralmente desde hace cuatro años a Ciempozuelos, ofrece una visión personal y crítica de la docencia y de las diferentes políticas educativas respecto a la enseñanza del idioma español hacia las personas inmigrantes y refugiadas, enfocadas, en su opinión, excesivamente al voluntarismo y la acción de la sociedad civil. Temas como la alfabetización, el acceso a la nacionalidad y la adaptación tanto a una lengua como a un contexto nuevo desfilan por esta obra de carácter social y que apuesta como tesis por la interculturalidad y la necesidad de abrirse a la persona recién llegada y de empatizar sin caer en paternalismos ni la condescendencia.

González confronta su periplo migratorio por Argelia, Polonia o Francia con otro relato que, una vez de vuelta a España, percibe en las personas que acaban de llegar buscando iniciar una nueva vida. El idioma es para muchas de ellas una barrera más en el desafío que supone la integración en un país y una cultura diferente. Vivir sin idioma mezcla didactismo y experiencias personales adoptando una postura reflexiva y de denuncia hacia las distintas políticas lingüísticas abordadas desde instancias gubernamentales.

En base a su experiencia, el autor concluye que aprender un idioma ya no puede ser considerado un privilegio al alcance de unos pocos y sí “un derecho que repercute directamente en la dignidad de las personas y del que debe responsabilizarse no solo la comunidad educativa, sino que nos atañe a todos como miembros de una sociedad”.